LA COLUMNA DEL STRIPPER
Esteban
Blandón
Cuenta don José Gnecco Mozo:
Trabajaba
yo en ‘El País’ de La Habana, Cuba, cuando el jefe de redacción del periódico me
dijo: “Ha llegado un colombiano ilustre a La Habana, don José María Vargas
Vila; nadie más indicado que un colombiano para reportearlo en nombre del
periódico”. Me apresté, pues, para entrevistar a Vargas Vila y al día siguiente
me encaminé al ‘Vedado’, el barrio elegante de La Habana en donde Vargas Vila
había tomado un chalet desocupado. Después de preguntarle por algunos
escritores colombianos de la época, (corría el año de 1924 y Guillermo Valencia
y Sanín Cano brillaban en el firmamento de las letras, el primero en la lírica
y el segundo en la crítica), le pregunté, tal como se había rumoreado, si
efectivamente él había arribado a Colombia con la intención de figurar como candidato a
la presidencia de la república; esto fue lo que me contestó: “Mi trono, como
cultor de almas, está mucho más alto que la presidencia de cualquiera de esas
repúblicas suramericanas”. En efecto, no había llegado a Colombia con la
intención de ser candidato presidencial, como hubiera podido serlo; venía a
reclamar un millón de dólares a los hermanos Di Doménico por sus derechos de
autor de ‘Aura o las violetas’ que dichos hermanos habían puesto en película
sin su licencia.
En diciembre de 1923 Vargas Vila emprende
una gira de conferencias por América Latina que lo llevará desde Buenos Aires
en 1924, hasta La Habana en donde permanece hasta 1926. En el prólogo del libro
(Polen lírico) donde reúne dichas
conferencias nos cuenta:
Ese mi
viaje a América, despertó una expectación tan grande, que yo mismo quedé desconcertado
ante ella; cuarenta años de ausencia de mi patria; treinta, de haber pisado por
última vez tierras de nuestra América; los cincuenta y seis volúmenes de mis
obras publicadas por Ramón Sopena, me habían mantenido vivo en la mente y en el corazón
de los pueblos y de los hombres de habla hispana; mi revista ‘Némesis’ caldeaba
mensualmente la atmósfera, en la cual mi nombre, se conservaba siempre con un
rojo fulgor de fuego vivo. Más adelante
anota: Con el alma rendida y emocionada,
llegué a playas de Colombia. Nunca olvidaré la delirante y apasionada ovación
que mi patria me hizo cuando pisé su suelo amado, donde parecían haber muerto
todos los rencores; la cuidad de Barranquilla, que fue aquélla única en que detuve
mi planta, es hoy uno de los ídolos de mi corazón; allí pronuncié mi
conferencia ‘El cesarismo y la civilización’, el 2 de abril de 1924.
En aquella oportunidad el joven poeta Rafael
Maya fue designado por la revista Cromos para entrevistarlo en Barranquilla. En
dicha entrevista nos cuenta:
“Acabo de nombrar apoderado en Bogotá a Antonio José
Restrepo para que haga valer mis derechos. Yo no soy una viuda pobre para que
una empresa cinematográfica me robe; sí señores, porque eso es un robo; yo sé
que los señores di Doménico han explotado mi obra escandalosamente. Ya veremos”. Finalmente aclara que no va a Bogotá porque teme que
se le atribuyan aspiraciones políticas o que pretenda recoger la herencia de un
general muerto recientemente; que el nombre de “Envidiópolis” puesto por él a la cuidad del águila negra se
confirma cada día más.
***
Tal vez resulte increíble para los que
nada saben de Vargas Vila, y aun más para quienes valoramos el heroísmo con el
que fue concebida su obra política, encontrarnos con un texto salido de su
prosa egotista, en donde nos relata cómo uno de sus amigos intelectuales de la
España de entonces (1904), propone su nombre en la lista de candidatos del
Partido Republicano para Diputado por Madrid en el parlamento español. Esto me
ha llevado a recordar una frase de su autobiografía, en la que nos dice:
Todos me hallaron poseur; orgulloso,
enigmático, raro, atildado, severo; mitad diplomático y mitad profesor de la
Sorbona.
Ni diplomático ni profesor de la Sorbona, y
mucho menos como candidato presidencial, su nombre sólo ha brillado y aún
brilla, entre aquellos librepensadores que dieron su vida, cuando no su obra,
como es el caso de Vargas Vila, a la causa de la justicia y de la libertad,
recordándonos, y de manera categórica, que de todas las audaces victorias, no
ama sino las victorias del pensamiento; en eso consiste, si no toda, la mayor
de sus glorias, tal como queda reflejado en este emotivo artículo, aparecido en
su revista Némesis, París - 1904, y recogido en su libro Laureles rojos, de
1905.
EX IMO PECTORE
Vargas
Vila
Rara vez ciertos triunfos del sufragio
popular me consuelan de sus derrotas;
nacido en una democracia analfabeta y
domeñada, en la cual la sola forma de elección fue dicha por la boca voraz de
todos los partidos, en este aforismo de una impudente precisión: el que escruta elige;
hecho después, a ver salir de las urnas
prostituidas, como de una matriz de devastación, los más rudos lobatones de la
ineptitud y la violencia, aptos para devorar la libertad;
habiendo vivido luego en la República
Modelo (Estados Unidos), donde el
soberano y cohecho son los únicos medios de elección; encastillado entre dos
horrores: el de aquellas democracias bozales que reclutaban los electores, y
esta democracia colosal que los compraba, no sabiendo cuál era más vil: si el
voto uncido o el voto vendido; si el del esclavo atado o el del liberto comprado;
si el obtenido por la fuerza del hecho, o el obtenido por la fuerza del
cohecho; asombrado ante la República del Sur, que votaban amarradas, y la
República del Norte, que votaba sobornada, entristecido y desesperanzado ante
esa farsa triunfal, ante ese hacinamiento de bastardías, en donde crecía como
un estercolero, la generación espontánea de las larvas parlamentarias, estuve
un tiempo tocado de un temor más grande que mi amor por el principio violado
del sufragio popular;
Francia, Italia, España, me han consolado
después;
ellas me han demostrado que aun envenenado
y enturbiado por los reptiles de la fuerza, aquel permanece el único manantial
puro del derecho, la única fuente de fuerza y de salud para los pueblos;
como no tengo patria, sino una
circunscripción geográfica apta para el insulto de mi nombre; como obligado a
optar entre la patria y la libertad, he optado por la libertad;
no he sido elegible ni elector;
salido de mi país en primer albor de
juventud, habiéndome hallado el destino digno de emigrar con libertad, antes de
ser apto para votar sin ella; habiendo sido guerrero antes de ser ciudadano;
habiendo disputado a la suerte el derecho de morir antes de tener el derecho de
votar, mi pluma, abierta como una azucena de fuego en medio de los combates
borrascosos, ni ha firmado un voto, no ha tenido que agradecerlo.
he sido el solitario armado que no sabe de
la vida sino la lucha y el dolor;
no siendo bastante mediocre para
merecerlo, ni bastante vil para mendigar el voto de las democracias esclavas,
apenas adultas y ya maduras para el crimen, no ha hecho enrojecer mi nombre;
mi juventud, pasó envuelta en la
tempestad, virgen de esa mancilla;
entrado en la edad madura, me hago
inaccesible al halago de las urnas, porque todo en mi país, todo, hasta la
Presidencia de la República, está por debajo de mi ambición… y de mi orgullo;
yo tengo en mi patria pasiones, pero no
tengo aspiraciones;
he renunciado a habitarla, pero no he
renunciado a defenderla;
no vivo en ella, pero vivo para ella;
y en momentos como el presente (1905), no le queda otro refugio a mi
pluma;
no se dirá que desapareció sin que el
himno triunfal de mi palabra la acompañara a la tumba;
mientras
otros viven para explotarla, yo vivo para honrarla;
y esperando darle un día de la libertad,
le doy un rayo de gloria;
defiendo su vida contra la insolencia de
los amos, y protejo su honra contra la insolencia de los siervos;
y en ella nada aspiro, y de ella, nada
espero;
me estimo en mucho para aspirar a ser su
amo; y la amo mucho, para dejar de ser su apóstol;
el poder está muy por debajo de mi nombre:
sólo el deber está en la altura de él;
y lo cumplo;
hábil en hacer la soledad en torno mío, ¿cómo
no extrañar y agradecer la caricia que un viento de fraternidad trae hasta la
profundidad de mi aislamiento?
lo confieso: ver mi nombre en la lista de
los candidatos que los republicanos de los Dominicales
de Madrid desearían ver triunfar para diputados al Parlamento español, me ha
conmovido hondamente;
esa candidatura no es sino un deseo, pero
eso basta para ser un honor;
que haya habido un español que haya dado
su voto por mí para Diputado por Madrid, eso basta a mi orgullo de luchador
cosmopolita en el combate universal por la Libertad;
y cuando ese español se llama Demófilo (seudónimo de Fernando Lozano Montes,
periodista y librepensador español) y el partido que lo rodea es el partido
republicano, eso sobrepasa a mi ambición, que es como poner un límite a lo
infinito;
el deseo de aquel voto es apenas una
enunciación, pero no por eso deja de ser una consagración;
por eso he querido dejar aquí constancia
de mi ardiente gratitud;
ella
rebosaba ya, desde que los republicanos del distrito de Chamberí, a raíz de una
conferencia de Fernando Lozano, firmaron una proposición en mi honor y
aclamaron ruidosamente mi nombre;
esa nobleza inesperada, me consuela de
tanta bajeza estipendiada que se comete contra mí;
ese honor que la democracia me tributa en
España, me venga ampliamente de los ultrajes que la autocracia me prodiga en
América;
ese honor vale el olvido de este horror;
esta prueba de fraternidad, compensa los
insultos de la vanidad;
el amor de los hombres libres, me venga
del odio de los esclavos;
por ese recuerdo de mi nombre ante un
plebiscito de conciencias libres:
¡Gracias, Gracias!
Desde el fondo de mi corazón.