JOSE MARÍA VARGAS VILA
(1860 - 1933)
Poeta, filósofo, historiador y panfletario
05 de noviembre de 2015
(1860 - 1933)
Poeta, filósofo, historiador y panfletario
05 de noviembre de 2015
Lo mínimo que podían
hacer sus detractores era criticarlo; no se equivocan quienes dicen: los críticos son los que mejor idea dan de
quién es Vargas Vila. Los críticos y sus lectores; las cifras dicen que más
de cincuenta millones de personas lo han leído; una cifra nada despreciable. Es
como un cantante que ha vendido cincuenta millones de copias.
Se me critica
por no decir lo que pienso; prefiero decirles cómo pensaba Vargas Vila; y
pienso que Vargas Vila, al lado de Juan Montalvo, el más grande ensayista de
nuestra lengua, es el más grande escritor de Hispanoamérica. Vargas Vila fue un
francés que nos habló en español; o como muy bien lo dijera uno de sus comentaristas:
pensaba en francés, escribía en español.
En la lengua
de Voltaire nada le fue adverso; las musas confabularon para hacer realidad su
sueño de Libertad; también su inspiración. Y fue el Panfletario por excelencia.
Esta, su Odisea Romántica, Barcelona-1927, es una
muestra magistral de su destreza como libelista. Superó en elocuencia las obras
de Tácito y Cicerón juntos.
“Mitad poema… mitad panfleto… es este libro…
Dos zonas habituales al vuelo de mi pensamiento…
El ala azul
Y
el ala roja…
Se tocan a veces, y forman un rosa pálido de Ensueños”.
Vargas Vila
El
crítico del modernismo, le llamó uno sus admiradores. En mi deber como
biógrafo, debo citar algunas de las obras en las que Vargas Vila reconstruye un
momento en la vida de algunos de los más afamados escritores del siglo XIX y
principios del XX. Son perfiles sicológico-literarios -algunos muy breves- que
dan cuenta de su extraordinaria e imponderable labor como ensayista. Sombra de águilas, En las cimas, A la hora
del crepúsculo, Prosas laudes y Ars verba, son algunos de los títulos en
los que se hace evidente la penetración sicológica y el olfato de quien puede
prescindir de su popularidad para reseñar obras de escritores llamados menores.
Vargas Vila fue un hombre que puso la
historia al servicio de la elocuencia; él mismo se erige como su mayor tribuno,
y dio a la palabra, tonalidades de acero. Si
Dios hablara, se diría que la Palabra de Dios se había hecho acero, y tomado la
forma de un puñal en las manos de Bruto, para hundirse en el corazón soberbio
de la Tiranía.
A un hombre elocuente nunca lo traicionan
sus argumentos; por eso Vargas Vila fue superior a sus maestros franceses. Montaigne,
Descartes, Pascal, Hello, D’Aurevilly, Bloy…; la lista es larga; en ella
abundan los pacifistas y hasta los llamados escritores católicos; son una
especie de conversos intelectuales, a los que su genio no les dio la medida de
su fe. Creyeron en sofismas, y el miedo fue para ellos su más grande certidumbre
después de Dios. Frente a ellos, Vargas Vila se erige como un hombre libre. “La Francia, no puede darme nada, ni
siquiera el óbolo de la gloria; llegaría tarde para eso; otros mundos y otros pueblos,
me lo han dado”.
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