129. Esa Biblia de la Misantropía que son los Pensamientos de Pascal.
Su filosofía amarga de vencido, tiene todo
el sabor del cristianismo primitivo; es el padre de los anarquistas mentales
que han convulsionado después ese organismo de servidumbre y de mentiras que
es: la Sociedad.
Si hubiera sido un pillo, se habría hecho
sacerdote; sus gemidos, o mejor dicho, sus negaciones, se habrían hecho una
Doctrina, y habría tenido para ella la autoridad de la cátedra.
No buscó una Iglesia, se refugió en una
celda laica, gimió desde allí su nihilismo exasperado.
Lo que vive, lo que brilla, lo que
deslumbra en Pascal, es el estilo; alto, sonoro, luminoso como una tempestad;
por eso ha sido como Escritor, y sólo como Escritor que se ha salvado; y es
como Escritor, que vive.
Como filósofo, es ridículo, cándido y
pueril cuando oficia de Teólogo. El Teólogo es un animal muy pintoresco y
divertido cuando no tiene un verdugo a sus órdenes; en este último caso, es una
fiera tonsurada como San Ignacio de Loyola o Santo Domingo de Guzmán.
Pascal fue un Teólogo desarmado, que no
pudiendo torturar a los otros, se dio la rara voluptuosidad de torturarse a sí
mismo.
Fue el Príncipe de los masoquistas; predicó
el embrutecimiento como el camino de la Fe; embrutecerse para creer; y
bestializarse para salvarse; embriagarse de agua bendita, y hacerse un cerdo.
Del libro: Pensamientos de Vargas Vila
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