jueves, 5 de enero de 2017

José María Vargas Vila: el Panfletario


J. J. GARCÍA

José María Vargas Vila


    El panfletario irreverente, ateo, anticlerical, ocupó sitio muy importante durante veinticinco años en España y América Latina. Ese hombre de raro talento era iracundo y soberbio. Fue un esteta petulante que escribió con lenguaje de suprema belleza formal, con dotes de verdadero virtuoso. Su talento de artista literario fue interferido por las pasiones políticas.

    Vargas Vila tuvo dimensiones de combatiente de estatura continental. En 1903 regresó a Nueva York y allí fundó la revista Némesis.

    Perteneció políticamente a la generación radical que hizo de la lucha de las ideas y del periodismo su arma principal. Sus trabajos literarios y políticos alcanzaron una popularidad nunca antes lograda por nadie en el continente. Era censurado por los gobiernos y la iglesia, leído clandestinamente por artesanos y estudiantes, manteniendo viva la llama de la rebeldía popular.

    El autor da su definición de imperialismo así: “La llamada teoría imperialista, no es otra cosa que la doctrina del pillaje, del robo y la conquista”.

    Para muchos, Vargas Vila fue un maestro del idioma, del arte y de la libertad. De su espíritu y de sus pasiones, hizo un culto público reiterado.

    Apasionado y torrencial escritor, fue un Best-Seller que se le leyó en todo el ámbito del idioma. Tuvo éxito excesivo, pero un silencio funeral ha caído sobre su obra.

    Publicó varias novelas eróticas que hoy resultarían ingenuas, pero que en su tiempo, fueron piedras de escándalo que motivaron la excomunión del autor y de sus lectores.

    En Política fue reconocido como la expresión del sentimiento anti-yanqui de muchos países, orientando las frustraciones de un pueblo agobiado por la miseria y las dictaduras. Campesinos, estudiantes, intelectuales, encontraron en los discursos de Vargas Vila su propio modo de sentir.

    Sus panfletos surtían un efecto inmediato en la difusión de sus ideas. Su prestigio corría de boca en boca aun entre quienes no lo conocían.

    El escritor vehemente y volcánico en perpetuo trance de ira o de autoadoración, fue la lectura favorita de todas las generaciones en el momento de su ingreso en la literatura y en la política. Él no debe ser juzgado a través de sus detractores o admiradores, es más honrado juzgarlo en su misma obra, que todo el mundo puede consultar. Parte de esa obra, notoriamente amanerada, muestra con frecuencia destellos geniales, frases originales y felices con alardes de insensibilidad o de brutalidad. Cuando lo quería, tenía uno de los léxicos castellanos más ricos y de mejor ley.

    Su carácter erguido nunca capituló.

    Se mostró radical hasta parecer un anarquista.

    El poeta José Asunción Silva, fue uno de sus amigos. Sus contemporáneos, no les perdonaron la superioridad que tenían sobre ellos.

    Vargas Vila, el escritor profano y librepensador, describió en sus novelas toda clase de liviandades de hombres y mujeres, víctimas de vicios y pasiones atroces. En cambio él llevaba una existencia de anacoreta y era muy equilibrado y sobrio en su intimidad.

    Vargas Vila debe leerse sin prejuicios morales o estéticos. La historia de la literatura colombiana quedaría incompleta ignorando su obra. Muchos fueron mejores escritores que él, pero muy pocos tenían la fuerza, el temple y el carácter suyos.

    Pese a sus impugnadores, la memoria de Vargas Vila es respetable pues fue un ejemplo de honestidad y constancia.

Fuente: Política y literatura de ayer y hoy. J. J. García



PRINCIPALES OBRAS

Los divinos y los humanos
Ante los bárbaros
Ibis
El alma de los lirios (Lirio blanco/Lirio rojo/Lirio negro)
Las adolescencias (El camino del triunfo/La conquista de Bizancio)
La república romana
Pretéritas
La demencia de Job
La novena sinfonía
Huerto agnóstico
El ritmo de la vida
Polen lírico
El canto de las sirenas en los mares de la historia
Mi viaje a la Argentina
En las cimas

Algunos fragmentos:

“Leopardi, no escribía en presencia de Dios, ni para ser leído por los hombres, porque sus notas, no estaban destinadas a la divinidad ni a la publicidad; él, no desnudaba su alma ante los otros, como no habría desnudado su pobre cuerpo deforme, del cual sentía vergüenza”.

“En una vida tan estéril
Como la suya,
La fuente de los recuerdos no murmura,
Y esa canción hace falta
A ese jardín en duelo”.

Sin embargo,
La llama ardía en su corazón atormentado,
Y por eso estuvo privado de ese gesto de los dioses,
Que se llama la absoluta serenidad”.