lunes, 21 de mayo de 2018

VARGAS VILA - DIPUTADO POR MADRID

LA COLUMNA DEL STRIPPER
Esteban Blandón


     Cuenta don José Gnecco Mozo:
     Trabajaba yo en ‘El País’ de La Habana, Cuba, cuando el jefe de redacción del periódico me dijo: “Ha llegado un colombiano ilustre a La Habana, don José María Vargas Vila; nadie más indicado que un colombiano para reportearlo en nombre del periódico”. Me apresté, pues, para entrevistar a Vargas Vila y al día siguiente me encaminé al ‘Vedado’, el barrio elegante de La Habana en donde Vargas Vila había tomado un chalet desocupado. Después de preguntarle por algunos escritores colombianos de la época, (corría el año de 1924 y Guillermo Valencia y Sanín Cano brillaban en el firmamento de las letras, el primero en la lírica y el segundo en la crítica), le pregunté, tal como se había rumoreado, si efectivamente él había arribado a Colombia  con la intención de figurar como candidato a la presidencia de la república; esto fue lo que me contestó: “Mi trono, como cultor de almas, está mucho más alto que la presidencia de cualquiera de esas repúblicas suramericanas”. En efecto, no había llegado a Colombia con la intención de ser candidato presidencial, como hubiera podido serlo; venía a reclamar un millón de dólares a los hermanos Di Doménico por sus derechos de autor de ‘Aura o las violetas’ que dichos hermanos habían puesto en película sin su licencia.

     En diciembre de 1923 Vargas Vila emprende una gira de conferencias por América Latina que lo llevará desde Buenos Aires en 1924, hasta La Habana en donde permanece hasta 1926. En el prólogo del libro (Polen lírico) donde reúne dichas conferencias nos cuenta:

     Ese mi viaje a América, despertó una expectación tan grande, que yo mismo quedé desconcertado ante ella; cuarenta años de ausencia de mi patria; treinta, de haber pisado por última vez tierras de nuestra América; los cincuenta y seis volúmenes de mis obras publicadas por Ramón Sopena, me habían mantenido vivo en la mente y en el corazón de los pueblos y de los hombres de habla hispana; mi revista ‘Némesis’ caldeaba mensualmente la atmósfera, en la cual mi nombre, se conservaba siempre con un rojo fulgor de fuego vivo. Más adelante anota: Con el alma rendida y emocionada, llegué a playas de Colombia. Nunca olvidaré la delirante y apasionada ovación que mi patria me hizo cuando pisé su suelo amado, donde parecían haber muerto todos los rencores; la cuidad de Barranquilla, que fue aquélla única en que detuve mi planta, es hoy uno de los ídolos de mi corazón; allí pronuncié mi conferencia ‘El cesarismo y la civilización’, el 2 de abril de 1924.

     En aquella oportunidad el joven poeta Rafael Maya fue designado por la revista Cromos para entrevistarlo en Barranquilla. En dicha entrevista nos cuenta:

“Acabo de nombrar apoderado en Bogotá a Antonio José Restrepo para que haga valer mis derechos. Yo no soy una viuda pobre para que una empresa cinematográfica me robe; sí señores, porque eso es un robo; yo sé que los señores di Doménico han explotado mi obra escandalosamente. Ya veremos”. Finalmente aclara que no va a Bogotá porque teme que se le atribuyan aspiraciones políticas o que pretenda recoger la herencia de un general muerto recientemente; que el nombre de “Envidiópolis” puesto por él a la cuidad del águila negra se confirma cada día más.

***


     Tal vez resulte increíble para los que nada saben de Vargas Vila, y aun más para quienes valoramos el heroísmo con el que fue concebida su obra política, encontrarnos con un texto salido de su prosa egotista, en donde nos relata cómo uno de sus amigos intelectuales de la España de entonces (1904), propone su nombre en la lista de candidatos del Partido Republicano para Diputado por Madrid en el parlamento español. Esto me ha llevado a recordar una frase de su autobiografía, en la que nos dice:

     Todos me hallaron poseur; orgulloso, enigmático, raro, atildado, severo; mitad diplomático y mitad profesor de la Sorbona.

     Ni diplomático ni profesor de la Sorbona, y mucho menos como candidato presidencial, su nombre sólo ha brillado y aún brilla, entre aquellos librepensadores que dieron su vida, cuando no su obra, como es el caso de Vargas Vila, a la causa de la justicia y de la libertad, recordándonos, y de manera categórica, que de todas las audaces victorias, no ama sino las victorias del pensamiento; en eso consiste, si no toda, la mayor de sus glorias, tal como queda reflejado en este emotivo artículo, aparecido en su revista Némesis, París - 1904, y recogido en su libro Laureles rojos, de 1905.

EX IMO PECTORE
Vargas Vila


     Rara vez ciertos triunfos del sufragio popular me consuelan de sus derrotas;
     nacido en una democracia analfabeta y domeñada, en la cual la sola forma de elección fue dicha por la boca voraz de todos los partidos, en este aforismo de una impudente precisión: el que escruta elige;
     hecho después, a ver salir de las urnas prostituidas, como de una matriz de devastación, los más rudos lobatones de la ineptitud y la violencia, aptos para devorar la libertad;
     habiendo vivido luego en la República Modelo (Estados Unidos), donde el soberano y cohecho son los únicos medios de elección; encastillado entre dos horrores: el de aquellas democracias bozales que reclutaban los electores, y esta democracia colosal que los compraba, no sabiendo cuál era más vil: si el voto uncido o el voto vendido; si el del esclavo atado o el del liberto comprado; si el obtenido por la fuerza del hecho, o el obtenido por la fuerza del cohecho; asombrado ante la República del Sur, que votaban amarradas, y la República del Norte, que votaba sobornada, entristecido y desesperanzado ante esa farsa triunfal, ante ese hacinamiento de bastardías, en donde crecía como un estercolero, la generación espontánea de las larvas parlamentarias, estuve un tiempo tocado de un temor más grande que mi amor por el principio violado del sufragio popular;
     Francia, Italia, España, me han consolado después;
     ellas me han demostrado que aun envenenado y enturbiado por los reptiles de la fuerza, aquel permanece el único manantial puro del derecho, la única fuente de fuerza y de salud para los pueblos;
     como no tengo patria, sino una circunscripción geográfica apta para el insulto de mi nombre; como obligado a optar entre la patria y la libertad, he optado por la libertad;
     no he sido elegible ni elector;
     salido de mi país en primer albor de juventud, habiéndome hallado el destino digno de emigrar con libertad, antes de ser apto para votar sin ella; habiendo sido guerrero antes de ser ciudadano; habiendo disputado a la suerte el derecho de morir antes de tener el derecho de votar, mi pluma, abierta como una azucena de fuego en medio de los combates borrascosos, ni ha firmado un voto, no ha tenido que agradecerlo.
     he sido el solitario armado que no sabe de la vida sino la lucha y el dolor;
     no siendo bastante mediocre para merecerlo, ni bastante vil para mendigar el voto de las democracias esclavas, apenas adultas y ya maduras para el crimen, no ha hecho enrojecer mi nombre;
     mi juventud, pasó envuelta en la tempestad, virgen de esa mancilla;
     entrado en la edad madura, me hago inaccesible al halago de las urnas, porque todo en mi país, todo, hasta la Presidencia de la República, está por debajo de mi ambición… y de mi orgullo;
     yo tengo en mi patria pasiones, pero no tengo aspiraciones;
     he renunciado a habitarla, pero no he renunciado a defenderla;
     no vivo en ella, pero vivo para ella;
     y en momentos como el presente (1905), no le queda otro refugio a mi pluma;
     no se dirá que desapareció sin que el himno triunfal de mi palabra la acompañara a la tumba;
     mientras otros viven para explotarla, yo vivo para honrarla;
     y esperando darle un día de la libertad, le doy un rayo de gloria;
     defiendo su vida contra la insolencia de los amos, y protejo su honra contra la insolencia de los siervos;
     y en ella nada aspiro, y de ella, nada espero;
     me estimo en mucho para aspirar a ser su amo; y la amo mucho, para dejar de ser su apóstol;
     el poder está muy por debajo de mi nombre: sólo el deber está en la altura de él;
     y lo cumplo;
    hábil en hacer la soledad en torno mío, ¿cómo no extrañar y agradecer la caricia que un viento de fraternidad trae hasta la profundidad de mi aislamiento?
     lo confieso: ver mi nombre en la lista de los candidatos que los republicanos de los Dominicales de Madrid desearían ver triunfar para diputados al Parlamento español, me ha conmovido hondamente;
     esa candidatura no es sino un deseo, pero eso basta para ser un honor;
     que haya habido un español que haya dado su voto por mí para Diputado por Madrid, eso basta a mi orgullo de luchador cosmopolita en el combate universal por la Libertad;
     y cuando ese español se llama Demófilo (seudónimo de Fernando Lozano Montes, periodista y librepensador español) y el partido que lo rodea es el partido republicano, eso sobrepasa a mi ambición, que es como poner un límite a lo infinito;
     el deseo de aquel voto es apenas una enunciación, pero no por eso deja de ser una consagración;
     por eso he querido dejar aquí constancia de mi ardiente gratitud;
     ella rebosaba ya, desde que los republicanos del distrito de Chamberí, a raíz de una conferencia de Fernando Lozano, firmaron una proposición en mi honor y aclamaron ruidosamente mi nombre;
     esa nobleza inesperada, me consuela de tanta bajeza estipendiada que se comete contra mí;
     ese honor que la democracia me tributa en España, me venga ampliamente de los ultrajes que la autocracia me prodiga en América;
     ese honor vale el olvido de este horror;
     esta prueba de fraternidad, compensa los insultos de la vanidad;
     el amor de los hombres libres, me venga del odio de los esclavos;
     por ese recuerdo de mi nombre ante un plebiscito de conciencias libres:
     ¡Gracias, Gracias!
     Desde el fondo de mi corazón.