lunes, 9 de septiembre de 2019

JOSÉ MARÍA VARGAS VILA
(1860 - 1933)



PENSAMIENTOS


211. Todas las sectas y todas las religiones de la Humanidad, no son sino eso, modalidades del Egoísmo.

212.  No hay sino un deísmo lógico: aquel que nos hace dioses.

213.  Las cosas tienen un alma; ¡oh, no olvidéis las cosas cuando duermen en calma! Las cosas son humanas, las cosas son nuestras hermanas; amemos el alma infinita de las cosas. Y el poeta, traduce y ama el alma de las cosas, y da a las cosas la voz de su propio corazón; y conoce la gloria de vivir, y conoce la gloria de llorar, con el alma sensible de las cosas.

214. La sola Realidad tangible, la única Verdad existente, es el Hombre fisiológico, con sus tendencias naturalmente animales y el determinismo agudo de sus pasiones, que son sus únicas alas; el Hombre es Todo; Dios es Nada; Dios no es adorable, sino porque es una Mentira; y la Mentira, es el único rayo de Divinidad que existe sobre la Tierra.

215.  El beso apasionado de Monseñor Labial, preparaba al culto de extrañas iniciaciones.

216.  La Amistad, es más santa y más fuerte que el Amor; el Amor, es siempre un gesto de sexualidad.

217.  Dios, es la palabra más cómoda, de cuantas ha inventado la necesidad inagotable de los hombres.

218.  Mi poder viene de Dios; y Dios, no será nunca vencido.

219.  Fue viendo llorar a mi Madre, que yo negué a Dios; Dios se ahogó en esos dos lagos de dolores que fueron los ojos de mi Madre.

220.  Es Bello tener tiempo para leer, tiempo para pensar, tiempo para escribir; pero es más bello tener tiempo para soñar; el Ensueño es Creador.

martes, 13 de noviembre de 2018

GERMÁN ARCINIEGAS - BIOGRAFÍA DEL CARIBE

EL SIGLO DE LA LIBERTAD
fragmento



     Cuando entra en la escena el siglo XIX todo está preparado. El pueblo ha empezado a sacudir las cadenas, sabe cómo se hace la guerra. Los criollos conocen todas las filosofías que en Europa han proclamado los hijos de la revolución. Los derechos del hombre enseñan al individuo que hay en él una soberanía irrevocable. El contrato social da fórmulas concretas para hacer repúblicas. Los blancos tienen en Norteamérica su federación; los negros, en Haití, su reino independiente. Los burgueses han hecho en Francia su república. Por las aguas del Caribe empiezan a cruzar esas siluetas gallardas, heroicas, de los Mirandas y los Bolívares. El cura Hidalgo da una campanada en México que hace conmover hasta las piedras de la vieja catedral.

     La América española es una emoción son fronteras. Los ejércitos corren sin freno por todo México y Centroamérica, y desde Venezuela hasta Chile, desde la Argentina hasta el Perú van movidos por una palabra mágica: Libertad. Una palabra que entienden todos: los indios, los criollos, los negros, los pobres, los ricos.

     Y los pueblos pierden la cabeza, y sienten que les brinca el corazón. La ebriedad de la victoria, el júbilo que se expresa en esas expansiones líricas del romanticismo, hacen imposible sujetar a ningún orden estas repúblicas que durante tres siglos han estado encogidas y humilladas. La América es todavía, y lo será por cien años, una tupida floresta, una llanura que no ha sentido el roce de las ruedas, donde los jinetes volarán, porque el aguardiente les clava las espuelas, y hay un gusto espectacular por la proeza. Son cosas de la libertad.

     Desde España se ve este nuevo aspecto de nuestra América a veces con curiosidad, a veces con horror. El viejo mundo hace demasiado el señor, la academia, el preceptor, el importante. Al principio, Bolívar y Miranda se pasean por las cortes de Europa arrastrando la admiración de las gentes. Luego, ante el pródigo espectáculo de nuestras guerras civiles, se empieza a hablar con insistencia de “los países salvajes de la América Española”. Por último, hay un notorio deseo de meter al nuevo mundo dentro de la órbita de la latinidad, o dentro del puño del imperialismo. Hacer una América Latina, o una semicolonia.

     Pero todas las intemperancias, locuras, guerras, epopeyas, aventuras, novelas, poemas del siglo XIX, dejan algo indestructible y profundo en el espíritu de estos díscolos cachorros de la América: el amor a la libertad.

     Al fondo, atrás, queda una historia turbia, caótica, como son todas las historias verdaderas. El pueblo que la ha hecho es un pueblo en donde hay de todo. Si fuéramos a quitarle sus manchas a la historia de América no quedaría en nada. Porque todo eso que hay de negro en nuestra vida es el carbón de donde brotan nuestras llamaradas. En el siglo XIX hay más barbarie en América, si esto es posible, que en el propio siglo XVI, que fue el de la conquista. A veces los caballos brincan entre charcos de sangre. La guerra a muerte de Bolívar es de una ferocidad absoluta. La reconquista de Morillo, más feroz aún.

     Llegamos a la conquista de la libertad por la violencia. Del mismo modo que ahora buscamos la justicia con pasión. Nuestro destino, por las circunstancias en que la historia ha venido colocándonos, ha tenido que aceptar un planeamiento dramático de la vida. Las escenas del siglo XIX quizá no se repitan, pero hay que verlas como han sido, para sentir esa emoción peculiar de nuestra historia que va siempre bordeando los abismos.

     Un siglo que empieza en el mar Caribe con Bolívar, y que en el mismo mar se cierra con José Martí, tiene que quedar en la historia de la humanidad como lámpara de claridad inextinguible.


Germán Arciniegas


     Pocos autores como Germán Arciniegas han hecho tan portentosos esfuerzos para esclarecer y cimentar los valores nacionales. Desde la publicación de su primer libro, El estudiante de la mesa redonda, en 1932, hasta la aparición de América nació entre libros, en 1997, Arciniegas publicó prácticamente un libro por año. Su infatigable labor se reflejó, además, en centenares de ensayos, artículos, prólogos, discursos y disertaciones académicas y universitarias.


     Arciniegas nació el 6 de diciembre de 1900 en Bogotá y murió en esta misma cuidad el 30 de noviembre de 1999. Fundo la Federación de Estudiantes de Colombia. Se doctoró en la Escuela Nacional de Derecho. Fue representante a la Cámara, diplomático en Gran Bretaña, Argentina, Italia, Venezuela, Israel y la Santa Sede, y ministro de Educación. Fue director del periódico El Tiempo y de numerosas revistas, muchas de las cuales fundó él mismo. Miembro de diversas academias, recibió importantes premios internacionales, como el Cabot de Estados Unidos, el Alberdi-Sarmiento de Argentina, el Hammarskjöld de Suecia, el Madonnina de Italia y el Alfonso Reyes de México.

domingo, 4 de noviembre de 2018

AFORISMOS DE VARGAS VILA, EL PANFLETARIO

PENSAMIENTOS DE VARGAS VILA


     ¿Qué pueden ser las Memorias de un Pensador, sino el Diario de su Pensamiento? Yo, que no tengo otra vida que mi Vida Intelectual, no puedo contar sino los dramas de mi Intelecto; unos viven inclinados sobre su corazón, contando sus dramas sentimentales; otros, atentos a los arrebatos de su sexo, no saben sino contar las historias de su sexualidad; yo, que soy un cerebral, no puedo contar sino las tragedias de mi cerebro; mi soledad, llena mi Vida, y yo, lleno mi soledad; el solitario perfecto, es aquel que destierra todo de su corazón; todo, hasta el reflejo de su propia imagen.

***

     Continúo con mi prosa atormentada y rara, libre como mi conciencia de todo yugo; esa prosa, que recientemente escritores españoles han hallado: uno, contorsionada y luminosa como una zarza ardiendo; otro, personal y sugestiva, tan rítmica y poética que llena sus frases con una euritmia sana; otro, a veces incorrecta, pero siempre bella y elocuente; y, otros, ¿a qué citar todos los conceptos recientes? Hasta el señor Matos Avilés, que la halla: consubstancial con su personalidad brillante y tumultuosa.

***

     Si yo me hubiese detenido un momento a leer lo que mis críticos dicen, y lo que otros opinan de mis libros, habría perdido un tiempo precioso, que he empleado en la creación de nuevas obras, desesperantes para ellos; es por eso, que todos los errores, y aun los horrores, hallados por el vulgo de éticos y de clásicos en mis libros, han sido voluntaria, deliberada y conscientemente puestos allí, no sólo para enojarlos y aun escandalizarlos por mis flagrantes violaciones a sus cánones, sino para demostrarles con ellos, cuán distante estoy yo, de todos esos rebaños letrados o semiletrados que pacen en las dehesas anacrónicas de la tradición, así como del vulgo inconsciente que aspira cándidamente a dar o quitar reputaciones, con la sola autoridad de su insuficiencia.

lunes, 21 de mayo de 2018

VARGAS VILA - DIPUTADO POR MADRID

LA COLUMNA DEL STRIPPER
Esteban Blandón


     Cuenta don José Gnecco Mozo:
     Trabajaba yo en ‘El País’ de La Habana, Cuba, cuando el jefe de redacción del periódico me dijo: “Ha llegado un colombiano ilustre a La Habana, don José María Vargas Vila; nadie más indicado que un colombiano para reportearlo en nombre del periódico”. Me apresté, pues, para entrevistar a Vargas Vila y al día siguiente me encaminé al ‘Vedado’, el barrio elegante de La Habana en donde Vargas Vila había tomado un chalet desocupado. Después de preguntarle por algunos escritores colombianos de la época, (corría el año de 1924 y Guillermo Valencia y Sanín Cano brillaban en el firmamento de las letras, el primero en la lírica y el segundo en la crítica), le pregunté, tal como se había rumoreado, si efectivamente él había arribado a Colombia  con la intención de figurar como candidato a la presidencia de la república; esto fue lo que me contestó: “Mi trono, como cultor de almas, está mucho más alto que la presidencia de cualquiera de esas repúblicas suramericanas”. En efecto, no había llegado a Colombia con la intención de ser candidato presidencial, como hubiera podido serlo; venía a reclamar un millón de dólares a los hermanos Di Doménico por sus derechos de autor de ‘Aura o las violetas’ que dichos hermanos habían puesto en película sin su licencia.

     En diciembre de 1923 Vargas Vila emprende una gira de conferencias por América Latina que lo llevará desde Buenos Aires en 1924, hasta La Habana en donde permanece hasta 1926. En el prólogo del libro (Polen lírico) donde reúne dichas conferencias nos cuenta:

     Ese mi viaje a América, despertó una expectación tan grande, que yo mismo quedé desconcertado ante ella; cuarenta años de ausencia de mi patria; treinta, de haber pisado por última vez tierras de nuestra América; los cincuenta y seis volúmenes de mis obras publicadas por Ramón Sopena, me habían mantenido vivo en la mente y en el corazón de los pueblos y de los hombres de habla hispana; mi revista ‘Némesis’ caldeaba mensualmente la atmósfera, en la cual mi nombre, se conservaba siempre con un rojo fulgor de fuego vivo. Más adelante anota: Con el alma rendida y emocionada, llegué a playas de Colombia. Nunca olvidaré la delirante y apasionada ovación que mi patria me hizo cuando pisé su suelo amado, donde parecían haber muerto todos los rencores; la cuidad de Barranquilla, que fue aquélla única en que detuve mi planta, es hoy uno de los ídolos de mi corazón; allí pronuncié mi conferencia ‘El cesarismo y la civilización’, el 2 de abril de 1924.

     En aquella oportunidad el joven poeta Rafael Maya fue designado por la revista Cromos para entrevistarlo en Barranquilla. En dicha entrevista nos cuenta:

“Acabo de nombrar apoderado en Bogotá a Antonio José Restrepo para que haga valer mis derechos. Yo no soy una viuda pobre para que una empresa cinematográfica me robe; sí señores, porque eso es un robo; yo sé que los señores di Doménico han explotado mi obra escandalosamente. Ya veremos”. Finalmente aclara que no va a Bogotá porque teme que se le atribuyan aspiraciones políticas o que pretenda recoger la herencia de un general muerto recientemente; que el nombre de “Envidiópolis” puesto por él a la cuidad del águila negra se confirma cada día más.

***


     Tal vez resulte increíble para los que nada saben de Vargas Vila, y aun más para quienes valoramos el heroísmo con el que fue concebida su obra política, encontrarnos con un texto salido de su prosa egotista, en donde nos relata cómo uno de sus amigos intelectuales de la España de entonces (1904), propone su nombre en la lista de candidatos del Partido Republicano para Diputado por Madrid en el parlamento español. Esto me ha llevado a recordar una frase de su autobiografía, en la que nos dice:

     Todos me hallaron poseur; orgulloso, enigmático, raro, atildado, severo; mitad diplomático y mitad profesor de la Sorbona.

     Ni diplomático ni profesor de la Sorbona, y mucho menos como candidato presidencial, su nombre sólo ha brillado y aún brilla, entre aquellos librepensadores que dieron su vida, cuando no su obra, como es el caso de Vargas Vila, a la causa de la justicia y de la libertad, recordándonos, y de manera categórica, que de todas las audaces victorias, no ama sino las victorias del pensamiento; en eso consiste, si no toda, la mayor de sus glorias, tal como queda reflejado en este emotivo artículo, aparecido en su revista Némesis, París - 1904, y recogido en su libro Laureles rojos, de 1905.

EX IMO PECTORE
Vargas Vila


     Rara vez ciertos triunfos del sufragio popular me consuelan de sus derrotas;
     nacido en una democracia analfabeta y domeñada, en la cual la sola forma de elección fue dicha por la boca voraz de todos los partidos, en este aforismo de una impudente precisión: el que escruta elige;
     hecho después, a ver salir de las urnas prostituidas, como de una matriz de devastación, los más rudos lobatones de la ineptitud y la violencia, aptos para devorar la libertad;
     habiendo vivido luego en la República Modelo (Estados Unidos), donde el soberano y cohecho son los únicos medios de elección; encastillado entre dos horrores: el de aquellas democracias bozales que reclutaban los electores, y esta democracia colosal que los compraba, no sabiendo cuál era más vil: si el voto uncido o el voto vendido; si el del esclavo atado o el del liberto comprado; si el obtenido por la fuerza del hecho, o el obtenido por la fuerza del cohecho; asombrado ante la República del Sur, que votaban amarradas, y la República del Norte, que votaba sobornada, entristecido y desesperanzado ante esa farsa triunfal, ante ese hacinamiento de bastardías, en donde crecía como un estercolero, la generación espontánea de las larvas parlamentarias, estuve un tiempo tocado de un temor más grande que mi amor por el principio violado del sufragio popular;
     Francia, Italia, España, me han consolado después;
     ellas me han demostrado que aun envenenado y enturbiado por los reptiles de la fuerza, aquel permanece el único manantial puro del derecho, la única fuente de fuerza y de salud para los pueblos;
     como no tengo patria, sino una circunscripción geográfica apta para el insulto de mi nombre; como obligado a optar entre la patria y la libertad, he optado por la libertad;
     no he sido elegible ni elector;
     salido de mi país en primer albor de juventud, habiéndome hallado el destino digno de emigrar con libertad, antes de ser apto para votar sin ella; habiendo sido guerrero antes de ser ciudadano; habiendo disputado a la suerte el derecho de morir antes de tener el derecho de votar, mi pluma, abierta como una azucena de fuego en medio de los combates borrascosos, ni ha firmado un voto, no ha tenido que agradecerlo.
     he sido el solitario armado que no sabe de la vida sino la lucha y el dolor;
     no siendo bastante mediocre para merecerlo, ni bastante vil para mendigar el voto de las democracias esclavas, apenas adultas y ya maduras para el crimen, no ha hecho enrojecer mi nombre;
     mi juventud, pasó envuelta en la tempestad, virgen de esa mancilla;
     entrado en la edad madura, me hago inaccesible al halago de las urnas, porque todo en mi país, todo, hasta la Presidencia de la República, está por debajo de mi ambición… y de mi orgullo;
     yo tengo en mi patria pasiones, pero no tengo aspiraciones;
     he renunciado a habitarla, pero no he renunciado a defenderla;
     no vivo en ella, pero vivo para ella;
     y en momentos como el presente (1905), no le queda otro refugio a mi pluma;
     no se dirá que desapareció sin que el himno triunfal de mi palabra la acompañara a la tumba;
     mientras otros viven para explotarla, yo vivo para honrarla;
     y esperando darle un día de la libertad, le doy un rayo de gloria;
     defiendo su vida contra la insolencia de los amos, y protejo su honra contra la insolencia de los siervos;
     y en ella nada aspiro, y de ella, nada espero;
     me estimo en mucho para aspirar a ser su amo; y la amo mucho, para dejar de ser su apóstol;
     el poder está muy por debajo de mi nombre: sólo el deber está en la altura de él;
     y lo cumplo;
    hábil en hacer la soledad en torno mío, ¿cómo no extrañar y agradecer la caricia que un viento de fraternidad trae hasta la profundidad de mi aislamiento?
     lo confieso: ver mi nombre en la lista de los candidatos que los republicanos de los Dominicales de Madrid desearían ver triunfar para diputados al Parlamento español, me ha conmovido hondamente;
     esa candidatura no es sino un deseo, pero eso basta para ser un honor;
     que haya habido un español que haya dado su voto por mí para Diputado por Madrid, eso basta a mi orgullo de luchador cosmopolita en el combate universal por la Libertad;
     y cuando ese español se llama Demófilo (seudónimo de Fernando Lozano Montes, periodista y librepensador español) y el partido que lo rodea es el partido republicano, eso sobrepasa a mi ambición, que es como poner un límite a lo infinito;
     el deseo de aquel voto es apenas una enunciación, pero no por eso deja de ser una consagración;
     por eso he querido dejar aquí constancia de mi ardiente gratitud;
     ella rebosaba ya, desde que los republicanos del distrito de Chamberí, a raíz de una conferencia de Fernando Lozano, firmaron una proposición en mi honor y aclamaron ruidosamente mi nombre;
     esa nobleza inesperada, me consuela de tanta bajeza estipendiada que se comete contra mí;
     ese honor que la democracia me tributa en España, me venga ampliamente de los ultrajes que la autocracia me prodiga en América;
     ese honor vale el olvido de este horror;
     esta prueba de fraternidad, compensa los insultos de la vanidad;
     el amor de los hombres libres, me venga del odio de los esclavos;
     por ese recuerdo de mi nombre ante un plebiscito de conciencias libres:
     ¡Gracias, Gracias!
     Desde el fondo de mi corazón.